
Truman la eiligió para interpretar a Holly Holightly pero los Estudios Paramount contrataron a Audrey Hepburn. Más allá de la película, cultivaron una gran amistad hasta que ella murió. Él, dueño de una excelente memoria la retrato en varios de sus relatos. En esos diálogos, en esas pequeñas escenas se refleja el ingenio de cada uno, la baja autoestima, el vivir el presente y la soledad pero también el amor que se tenían y el significado de la muerte.
Cuando fallece Miss Constance Collier, los dos salen del funeral y se van por unas copas de champagne pero el encuentro termina con los dos excéntricos amigos caminando por un muelle.
Como un plus, antes de seguir con "Una hermosa niña", les dejó una conversación entre los dos sobre las puertas giratorias del Hotel Waldorf Astoria, el favorito de Marilyn.
TC: Es el símbolo perfecto de la vida. Creemos que vamos, pero venimos. Vamos hacia atrás, no sabemos si entramos o salimos.
MM: Tal vez lo sea para ti. Pero para mí, las puertas giratorias son el símbolo del amor. Cada uno está solo ente dos puertas de cristal. Nos perseguimos y no nos alcanzamos jamás. Estamos lejos de nosotros mismos e imaginamos estar pegados junto al otro. Nadie sabe quién va delante y quién detrás. Como los niños, nos preguntamos quién empezó a amar, a dejar de amar.
Cuando fallece Miss Constance Collier, los dos salen del funeral y se van por unas copas de champagne pero el encuentro termina con los dos excéntricos amigos caminando por un muelle.
Como un plus, antes de seguir con "Una hermosa niña", les dejó una conversación entre los dos sobre las puertas giratorias del Hotel Waldorf Astoria, el favorito de Marilyn.
TC: Es el símbolo perfecto de la vida. Creemos que vamos, pero venimos. Vamos hacia atrás, no sabemos si entramos o salimos.
MM: Tal vez lo sea para ti. Pero para mí, las puertas giratorias son el símbolo del amor. Cada uno está solo ente dos puertas de cristal. Nos perseguimos y no nos alcanzamos jamás. Estamos lejos de nosotros mismos e imaginamos estar pegados junto al otro. Nadie sabe quién va delante y quién detrás. Como los niños, nos preguntamos quién empezó a amar, a dejar de amar.
Una hermosa niña
(Así seguimos hasta la calle South; ya allí, el ferry anclado, la vista de Brooklyn del otro lado, las gaviotas que revoloteaban y se divertían, blancas contra el horizonte marino y el cielo veteado de vellones de nubes, diminutas y frágiles como encaje, pronto tranquilizaron su espíritu. Al bajar del taxi vimos a un hombre que llevaba a un perro chino de una correa. Era un pasajero que se dirigía al ferry. Al pasar junto a él, mi compañera se detuvo a acariciar el perro.)
EL HOMBRE (firme y poco amistosamente): No debería tocar perros desconocidos. Especialmente a éstos. Podrían morderla.
M: Los perros nunca me muerden. Sólo los humanos. ¿Cómo se llama?
EL HOMBRE: Fu Manchu.
M (riendo): Oh, como en el cine. Qué amor.
EL HOMBRE: Usted, ¿cómo se llama?
M: ¿Yo? Marilyn.
EL HOMBRE: Eso pensé. Mi mujer no me creería. ¿Me puede dar su autógrafo?
(Sacó una tarjeta y una lapicera. Utilizando su cartera como apoyo, ella escribió: Que Dios lo bendiga – Marilyn Monroe).
M: Gracias.
EL HOMBRE: Gracias a usted. Voy a mostrar esto en la oficina.
(Seguimos hasta el borde del muelle, donde nos pusimos a escuchar el ruido del agua.)
M: Yo solía pedir autógrafos. Todavía lo hago, a veces. El año pasado vi a Clark Gable sentado cerca de mí en Chasen, y le pedí que me firmara la servilleta.
(Apoyada contra un poste de amarras, la observé, de perfil: Galatea oteando las distancias no conquistadas. La brisa le esponjaba el pelo. Volvió la cabeza hacia mí con gracia etérea, como si la hiciera girar la brisa.)
TC: ¿Cuándo alimentamos los pájaros? Yo también tengo hambre. Es tarde, y no almorzamos.
M: Recuerda, te dije que si alguna vez te preguntaran cómo era yo, cómo era, en realidad, Marilyn Monroe, ¿cómo contestarías esa pregunta? (Su tono era juguetón, burlón, sin embargo sincero al mismo tiempo: quería una respuesta honesta): Apuesto a que dirías que era una palurda.
TC: Por supuesto, pero también les diría…
(Ya se iba la luz. Ella parecía desvanecerse con la claridad, mezclarse con el cielo y las nubes, retroceder y ocultarse detrás. Yo quería alzar la voz por encima de los gritos de las gaviotas y preguntarle: “Marilyn, Marilyn, ¿por qué todo tuvo que salir así? ¿Por qué es una mierda esta vida?”)
TC: Yo diría…
M: No te oigo.
TC: Diría que eres una hermosa niña.
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