
Escruté el horizonte a mí alrededor. ¿No
nos encontrábamos en medio de una pista perfecta, ineludiblemente redonda, sin
un solo rincón en el que pudiera esconderse? Miré el mar. ¿No tenía una fuente
ideal de comida para condicionarlo a obedecer? Me percaté de un silbato que
colgaba de uno de los chalecos salvavidas. ¿No me serviría de látigo para
tenerlo a raya? ¿Qué me faltaba para domar a Richard Parker?¿Tiempo?
Posiblemente tendría que esperar semanas hasta que me avistara un buque. Tenía
todo el tiempo del mundo. ¿Resolución? No hay nada como una situación extrema
para llenarte de resolución. (…) Miré a Richard Parker. El pánico se había
desvanecido. El miedo estaba dominado. La supervivencia estaba a mi alcance.
Que suenen las trompetas. Que redoblen los tambores. Qué empiece el espectáculo.
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