Comunicando

Comunicando
by Quentin Blake
"Cualquier buen escritor, o simplemente un buen escritor, elabora un mundo en consonancia con su propia especifidad", Raymond Carver

Tercer gesto De Rafael Guillén

Un día, una gran amiga de mi corazón vino con este papelito, y en una noche de pintura nos leyó este poema que maravilla cualquier oído. Gracias ME por tu sabiduría, por tu paciencia, por tu enorme corazón siempre, ángelito!
Lo comparto en esta noche de lluvia para todos...



Yo solo puedo hablar, amigos, cuando
algo como la lluvia, desde dentro,
pero también cayendo dentro, pone
por mi manera de mirar, y pone
por el cauce de la entrada, o de salida
al exterior del sentimiento, un velo
de agua, o luz, o niebla,
o, yo diría, algo
como una mano de agua, una mano
lucidamente opaca, que recoge
suavemente las externas formas
de ser o de pensar, también las formas
de ver, y las sitúa
junto al mismo brocal adonde asoma
de vez en cuando mi palabra. Entonces
puedo decir: estoy lloviendo; yo
estoy lloviendo aquí. Esta es la hora del poema.
Sucede
que esta lluvia, o manera, o ser en sí
que condiciona mi salida, nace
de un océano extenso original
al que vierte el dolor -porque el dolor
también es agua - y nace
de originales lagos diminutos,
bajo los manantiales, o cascadas
de la dicha. En su doble,
desigual procedencia, esta lluvia
o mano de agua, o fondo neblinoso
que engendra la palabra, que es palabra
anticipada a los sonidos o ecos
que consigue de mi oquedad, ya hereda
un más alto legado doloroso.
Ya empieza a hablar, o como
quise decir, si toma formas, miradas de ver,
que me presente el agua
desde dentro, ya empieza
a llover, y contempló como afuera,
ajeno y lejos de este velo umbroso
al tema o el suceso toma cuerpo
por sí mismo y se forma
independiente de mi lluvia, pero
sustentado por su humedad o aliento.
Y puede ser que al cabo de una misma
manera, que es la mía, de ponerme
a mirar, siempre abrumado
por el agua, los seres
que se conforman a su amparo, tengan
distinto germen natural.
Por eso, amigos, solo puedo
asegurar que algunas veces, pocas,
estoy en situación de lluvia, estoy
en personal estado de palabra.
Luego llega el poema, si es que llega,
por sí mismo, no siempre
con una misma intensidad o moda,
o razón para ser, y yo lo veo
alejarse. Y eso es todo.

Renacer - dos versiones

Dos versiones de Renacer, dos poemas en corrección, en una noche de desvelo, después de un día raro.... ¡Ustedes dirán qué les parece!

Renacer

No soporto el dolor
Ni propio, ni ajeno.
Los gritos
que aterran en la noche oscura,
hasta el espíritu más rapaz.

Tu alma
ve la luz que llegará
en cuanto el dolor desaparezca.

Aguanta,
con tezón y destreza,
el quiebre del cascarón,
esperando el capullo
que a la flor dará a luz.


----
No soporto el dolor
Ni propio ni ajeno,
ni esos gritos que salen,
de la partícula más profunda de tu espíritu.
Esos que aterran,
muelen,
hasta la sombra más oscura.

No los sientas,
tu alma,
sabia y cansada,
se para en la luz.
Los gritos se apagan,
Y tu alma sonriente,
entiende.
La semilla se rompió,
en cuanto la nueva flor nació.

Poema - Vivir

Probando, en una noche de caminata, algunas frases vinieron a mi mente... Es el primer poema que escribo en mi vida, habrá que corregir pero, quizás, se venga libro de poemas!! Gracias PS por dejarme leer los tuyos!!


Deseabas vivir, 
entre edificios altos y magníficas puestas en escena,
escenografías de la vida.


No sabías para qué,
el fin,
qué te daría
aquella ciudad.

Llegaste a la cima,
de aquel edificio,
que tus ojos anhelaban.
La luna te abrazó,
Y entre deseos y melancolías,
lo que creías se derrumbó.

Aquel instante,
volvió
la necesidad de huir, 
que ya habías olvidado.
Cayó el telón, 
el deseo,
de vivir,
se esfumó.

Lo escribí la noche del 7 de mayo, justo la anterior al día en el que partieron dos almas grandiosas, Caloi y Sendak. Quizás pueda funcionar como un modesto y humilde homenaje. Gracias!

Cuidar a tu mascota

Cuando te vas de tu casa, lo último que se te ocurre es pensar quién va a cuidar a tu mascota. Tenes la mudanza y el cúmulo de emociones que te asaltan: pasas de la alegría por estar, al fin sola, a la tristeza de una casa vacía y sin comida. Pero es justo recién ahí, en la primera noche sola, mientras te lamentas y, al mismo tiempo, saltas de la alegría, cuando te acordas de tu querida/o Puppu, Sachi, Odra, Bono, Batata, Bubba, Miau o como lo o la hayas llamado. De pronto, te vienen a la cabeza, todos los momentos felices que pasaste con ella: en el jardín, las siestas en el living y los juegos con la pelota que te traía toda babeada. Te olvidas de cuánto te hacía renegar, de sus excrementos y de lo que significa hacerse cargo de un animal y ves tu vida con ella color de rosa. ¿Quién se va a hacer cargo de tu mascota ahora que no estás? Llamás inmediatamente a mamá.
Mamá piensa que la llamas desesperadamente por que la extrañas a ella pero no, vos solo le preguntas quién va a cuidar a tu mascota. Después de una pausa, te dice que ella se hará cargo de todo lo que el animal necesite, como hizo siempre. Pero, inmediatamente, dice: También te la podés llevar, si querés. No esperabas esa respuesta y te quedas muda.  “No, no podés hacerte cargo de tu mascota en tu departamento de 1 ambiente en el que apenas entras vos”.  
Te sentís Cruela Devil pero sos realista. Así que hechas mano del reglamento que podría haber sido redactado por Jim Carrey en Ace Ventura y evitas acceder a los deseos de tu madre protectora de animales:
1-      Traerla a tu casa y aceptar que la perra se adueñara de todo el espacio mientras vos quedas confinada a un rincón.
2-      Contratar a un paseador de perros para que se encargue de sus cuidados mínimos y que tenga la suficiente paciencia y habilidad para tratar con tus padres y sus exageraciones respecto al cuidado de la mascota.
3-      Dejar todo cómo está y confiarle a todos los santos el futuro de tu perra y que la salven de la garra de tus padres.
Elegís la opción número 3 pero te ponés como un perro guardián de tu mascota. Por lo que, al día siguiente y al otro, y al otro, llamas a la casa de tus padres y preguntas como va todo, como está Puppu y ellos te dicen siempre lo mismo: está bien y bien alimentada. Pero vos no escuchas sus ladridos y te resulta muy extraña esa respuesta. Antes, tus padres se quejaban segundo a segundo de tu mascota y de los líos que hacía, de sus necesidades y sus ladridos y, ahora te dicen que ¿todo va bien? Díficil de creer. Te preguntas si no sería necesario pasarle alimentos, llevarle una casita nueva, golosinas o llevarla a una pensión para perros. Te preguntas una y otra vez qué pasa con tus padres y haces todo tipo de teorías psicoanalíticas sobre su cambio de comportamiento y crees, en el fondo crees, que te extrañan tanto que se aferraron a tu mascota para superar el trauma. Hasta pensas que, quizás, te han suplantado con Puppu y eso te da un poco de celos.
Al mes, decidís poner el cuerpo e ir a visitarlos de sorpresa. Pero abrís la puerta y ellos te saludan de forma extraña. Simulan alegrarse aunque guardan cierta incomodidad. Vas al jardín a buscar a tu Puppu y no la encontras por ningún lado, la llamas, pensas que ya no te conoce, te vas entristeciendo poco a poco. Los miras y ellos no dicen nada pero Puppu no aparece. Seguro la regalaron o se les escapó pero no te ánimas a preguntarles. Después de todo, todos los perros van al cielo y son felices.
Puppu sigue sin aparecer. Te desesperas. Transpiras, tus ojos empiezan a llenarse de lágrimas. Ya no soportas la tensión y estás a punto de gritar.  De repente, tu mamá se asoma y te pone la mano al hombro. A Puppu, definitivamente, le paso algo. Te ponés pálida y te sentís la peor madre del mundo, reconoces que nunca vas a poder tener hijos. Abandonaste a tu mascota y la mataste. Ya no hay nada que hacer, querés su cuerpo.
De repente, y respondiendo a la voz de tu mamá, Puppu viene corriendo con el pelo al viento desde el fondo del jardín y vos sonreís más que nunca. Te lame los cachetes mientras la abrazas. Estás feliz, tu vida puede seguir. El corazón te late bien fuerte y ahora sentís culpa por todas las cosas malas que pensaste de ellos, tus padres, los que te criaron durante 20 y pico de año. Te sentís la peor hija del mundo por haber hablado mal de ellos, te averguenza ser así y lo lamentas pero no decís nada. Le das un beso grande a tu mamá, le agradeces que se haya hecho cargo de Puppu y te das cuenta, en ese mismo instante que, estar sola es genial pero, Puppu era solo una excusa. En realidad, los extrañabas a ellos.